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"Cuando el ánimo está cargado de todo lo que aprendimos a través de nuestros sentidos, la palabra también se carga de esas materias. ¡Y como vibra!"
José María Arguedas

martes, 13 de enero de 2015

EL NIÑO DIOS DE PUMARUME

La siguiente es una crónica hecha hace diez años por uno de nuestros escritores que está empecinado en permanecer con un bajo perfil.

“Es muy milagroso... en estos últimos tiempos en el día de su festividad, el 14 de enero, llegan multitudes a rendirle veneración.” Así me habían informado acerca del Niño Jesús de Pumarume.

Cuando fui, acompañado por mis familiares, el taxi  nos condujo hasta una pequeña casa; la puerta permanece cerrada y junto a ella, señoras y niñas con sus vendimias de golosinas, refrescos y frutas, y sentados en una pequeña banca o en el pasto, algunos fieles observando el paisaje después de haber elevado sus oraciones a la sagrada imagen.

Con cierta cautela mi hermana María Graciela abre la puerta, y dentro, un lago de velas encendidas en candelabros sobre una mesa y en el suelo; en los pocos asientos, jóvenes y adultos de la edad de oro, en íntimo recogimiento.


Delante, el sencillo altar donde el Niño Jesús, sereno con su candor infantil, contempla a todos, y más allá de nuestra presencia ausculta a la humanidad entera: generosidades, modestias, desprendimientos, cualidades que Jesús encarnó en su ser y en su vida. Quizá también mira compasivo e indignado las mezquindades, arrogancias, inequidades, injusticias y ostentaciones que algunos seres de este mundo se han obstinado en construir para desgracia y tragedia de la humanidad.

La imagen del Niño Dios de Pumarume tiene una guardiana permanente: una anciana devota sentada junto a la luminaria de las velas; ella también sabe por experiencia de sinceridades y sus oposiciones.

Saliendo de este recinto y a escasos metros está en construcción la nueva iglesia para el Niño. El paisaje es acogedor, suaves colinas, chacras de perfumes silvestres y el caserío típico con bosques y cercos de zarzamoras, chilcas y pencas.

Regresamos a la ciudad a pie por el corto trayecto para no repetir el tránsito vehicular a través de una empinada trocha afirmada de constantes y cerradas curvas. Así, a pie, es más sensible el peregrinaje.

En mi infancia escuchaba en la escuela o en el hogar mitos y leyendas sobre el Niño Dios de Pumarume. Se decía que se personificaba y jugaba bolitas y chanos junto a los caminos y los cercos, que silbaba a los transeúntes escondido tras los arbustos, y esa limpia travesura había despertado admiración y veneración religiosa en los campesinos.

Pero hace medio siglo solo era una fiesta reservada para los pobladores del lugar; hoy que la feligresía ha crecido y hay una concurrencia permanente, ojalá que cada católico o católica siga el mensaje del Niño Jesús que con su vida nos convoca a que cada acto de nuestra ser sea un reflejo de él y que la iglesia en su conjunto opte por el compromiso de estar al lado de los marginados, los más pobres y desposeídos de este mundo.

Jorge Horna

1 de marzo del 2004

Ambiente actual de  la fiesta al Niño de Pumarume 
(Fotografía tomada el 14 de enero 2015)




                                                                                                                                Jorge Horna             

1 de marzo del 2004

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